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- Tribunal de Australia pide más tiempo para decidir si el cardenal Pell es inocente

Según muchos sacerdotes que conocen bien al Cardenal Pell, coinciden en su inocencia. Esto es lo que publicó Michael Warren en Crisis Magazine sobre la situación del cardenal George Pell.

Estos son los hechos. En diciembre de 2018, el cardenal George Pell, antiguo arzobispo de Melbourne y prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, fue juzgado culpable de abuso sexual de dos niños del coro en los años 90. Apeló la sentencia y el 21 de agosto tres jueces votaron 2 a 1 ratificándola.
Sin ninguna sombra de duda, Su Eminencia es inocente. Me explico: es literalmente imposible que el cardenal Pell sea culpable del crimen del que ha sido acusado. Los hechos del abuso descritos por la fiscalía no sólo son ridículos, sino que es físicamente imposible para un hombre realizarlos. No hubo testimonios por parte de terceros y ni una sola prueba forense que demostrara su culpabilidad. Todos los sacerdotes, los chicos y los miembros del coro de la catedral de San Patricio en Melbourne han testificado que Pell estaba celebrando misa en el momento del presunto ataque.
Pero no se fíe de mis palabras. Lea los documentos del juicio. Lea los informes de las noticias. Lea cualquiera de los cientos de extensas diatribas anti-Pell publicadas en estos últimos años. Empiece con el asesinato político bajo forma de libro de Louise Milligan titulado Cardinal. Observe con qué rapidez se da usted cuenta de que lo que está leyendo no cuadra. Se dará cuenta de que está leyendo una y otra vez los mismos párrafos, dos, tres veces. Empezará a sentir ansia. “Estoy pasando algo por alto”, se dirá a sí mismo, “esto no tiene ningún sentido”.

De hecho, usted no está pasando nada por alto. La verdad es que no tiene sentido. Porque el cardenal Pell es inocente. Las acusaciones son falsas. Sin embargo, el sistema de justicia australiano, la prensa australiana y la mayoría de la opinión pública australiana se niegan a admitirlo. Un hombre inocente -un hombre santo, amable, honesto y compasivo- pasará los próximos seis años en prisión. Y cuando salga, pasará el resto de sus días en la tierra siendo considerado por el mundo un pedófilo violento.
Todo americano justo, cualquiera que sea su credo, debería sentirse indignado ante la grave injusticia que se está cometiendo en nuestra nación hermana del otro lado del Pacífico.

¿Cómo es posible que tantas instituciones -todas ellas diseñadas específicamente para salvaguardar los derechos individuales y garantizar el debido proceso- fracasen simultáneamente y de manera tan desastrosa? La respuesta es, sencilla y llanamente, el anticlericalismo.

Los corruptos, los decadentes y los depravados siempre han odiado el sagrado sacerdocio de Cristo. Esto fue así en el caso de san Telémaco, el eremita del siglo V que se lanzó entre dos gladiadores [para abolir los combates] y que fue prontamente apedreado por la multitud. Es así hoy en el caso del cardenal Pell, el defensor más claro en Australia del niño no nacido, ridiculizado durante mucho tiempo por sus esfuerzos en proteger a las familias rechazando la ley australiana del divorcio sin culpa.

Desde la investigación llevada a cabo por el Boston Globe (“Spotlight”) en los primeros años del 2000, el anticlericalismo está cada vez más difundido. Países con una amplia minoría católica (como Estados Unidos y Australia) están hartos de los hombres con alzacuellos. En nuestra cultura, los sacerdotes católicos son considerados culpables hasta que se demuestre lo contrario. Esto es lo que ha sucedido literalmente con el cardenal Pell, dado que no había pruebas condenatorias, sólo las inverosímiles acusaciones de un joven con problemas. Ha sido condenado porque no ha podido demostrar que él no abusó de esos chicos hace veinte años. A no ser que en esos años hubiera instalado cámaras de vigilancia, realmente no había ninguna posibilidad de que el tribunal dejara libre a Su Eminencia.

Además, incluso si los dos jueces que han ratificado la sentencia no fueran anti-clericales, ¿qué otra elección tenían? Hace mucho que el cardenal Pell ha sido condenado en el tribunal de la opinión pública. Su vida ya está acabada. ¿Por qué deberían pasar a la historia como los tipos que han dejado que quedara impune un obispo que había abusado de niños? ¿Tal vez porque es justo? Es una idea pintoresca, aunque no es una que tenga mucho que ver con la clase jurídica moderna.


 

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