Durante la catequesis sobre la ancianidad el Papa se detuvo en las figuras de Simeón y Ana. Ambos son presentados en el Evangelio como dos ancianos que cuya “razón de vivir” era “esperar la visita de Dios”. Dijo que era importante mirar el modo en el que lo hicieron: “llenos de vitalidad espiritual, en una actitud de oración y servicio”. Tanto es así que supieron reconocer al final de sus vidas al mesías.
El Papa sacó como conclusión que “la fidelidad en la espera afina los sentidos espirituales y nos hace más sensibles para reconocer los signos de Dios”.