El atentado de la madrugada del 3 de julio en Bagdad, capital de Irak, que ha cobrado más de 200 muertos, es el más sangriento de los últimos días de los perpetrados por el Estado Islámico en el mundo. Aun así, para el país sumido en la violencia desde hace más de una década, ataques así son el “pan de cada día”, denuncia un sacerdote misionero en la región.
Un vehículo lleno de explosivos y metralla detonó en el distrito comercial de Karada, de clase media alta y de mayoría musulmán chiita, matando al menos 215 personas de acuerdo a la cadena de noticias CNN. Horas más tarde, un nuevo atentado se produjo por la tarde en el vecindario de Shaab, al sureste de Bagdad, cobrando una vida más.