Durante el cónclave los cardenales no pueden tener contacto con el exterior. Y mucho menos con la prensa. Solo podrán ir de Casa Santa Marta, donde están alojados, hasta la Capilla Sixtina, sin poder hablar con nadie.
En la Capilla Sixtina, tampoco se debe hablar; algo que sí se permite una vez han terminado las votaciones, por ejemplo, durante las pausas de la comida y la cena.
Tampoco podrán tener dispositivos electrónicos que puedan servir para comunicarse. De hecho, el Vaticano desactivará en todo su territorio las líneas telefónicas. El objetivo: que el cónclave esté blindado y no se filtre absolutamente nada
Y siguiendo con lo que no se puede hacer, los cardenales no pueden recibir correspondencia, ver la televisión o leer la prensa.
No solo tienen prohibiciones los cardenales. También, los limpiadores, médicos, conductores o cocineros. Es decir, todos aquellos que tengan contacto, directo o indirecto, con los cardenales. No podrán decir nada de lo que vean o escuchen.