Además de mantener la puerta abierta al diálogo, hay una segunda razón que le lleva al Papa a no mencionar a Putin y a Rusia. Desde que cayó el comunismo, la Iglesia Católica ha vuelto a tener una presencia pública en el país y a día de hoy hay más de 300 parroquias católicas. Se calcula que hay más de 300.000 católicos en Rusia. Parte de ellos son de rito romano y otros de rito bizantino. Muchos provienen de un cisma en la Iglesia Ortodoxa, entre quienes aceptaron la autoridad del Papa en 1905.
Mantener un enfrentamiento directo con Putin o favorecer que el lider ruso utilice cualquier excusa para invocar un enfrentamiento religioso traería consecuencias muy negativas para los católicos rusos. Una minoría marcada por años de sufrimiento y martirio en el siglo XX a la que el Papa también debe proteger.