En el primer domingo dedicado a la Palabra de Dios, Francisco celebró una Misa en el Vaticano, con gestos muy significativos.
Por ejemplo, se utilizó el mismo atril para que presidía las reuniones del Concilio Vaticano II y tras las lecturas se entronizó el Evangelio ante el altar.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre el modo de predicar de Jesús. Recordó que el Mesías esperado comenzó su predicación lejos de Jerusalén. Así mostró que Jesús, la Palabra de Dios, no sale al encuentro de las personas en los lugares donde se sienten seguros sino donde hay duda y confusión, para ofrecer una salida.
Al terminar la ceremonia el Papa entregó personalmente la Biblia a 60 personas que representaron distintas categorías.