El Papa ha explicado que no hay que confundir la oración con una varita mágica. Ha propuesto empezar a rezar siempre pidiendo a Dios que resuelva los problemas como él quiera. Y por supuesto, ha pedido no perder la esperanza. Recordó que Jesús resucitó al tercer día, pero que antes los discípulos creían que todo estaba perdido.
Al terminar la audiencia, el Papa se ha detenido con muchas personas. Entre ellas, con una superviviente de los campos de concentración. Se llama Lidia Maksymowicz, y a los tres años llegó en uno de los trenes de la muerte a Auschwitz.
Ha mostrado su número de prisionera tatuado en el brazo, y el Papa lo ha besado con respeto.