El Papa emérito no se detiene en los elementos morales del matrimonio homosexual, sino en las consecuencias antropológicas.
Dice que hasta ahora todas las culturas consideraban obvio que la unión del hombre y la mujer servía a la transmisión de la vida; y que esta certeza se alteró con la llegada de la píldora, pues separó la fecundidad de la sexualidad y se equipararon todas las formas de sexualidad.
Según Benedicto, separándolas “la persona se convierte en un producto planificado y deja de ser un don. Y todo lo que se produce, también puede destruirse”.
Benedicto XVI dice que la pregunta de fondo que plantea el matrimonio homosexual es “¿Quién es el ser humano?”. Es decir, si es un don de Dios o un producto que otras personas confeccionan.
Concluye recordando que igual que el ecologismo reconoce que “la naturaleza marca un límite que no podemos ignorar impunemente", “el hombre también posee una 'naturaleza' que le ha sido dada, y negarla conduce a la autodestrucción”.