Por su 90 cumpleaños le visitó el primer ministro de Baviera y le llevó una cesta con bretzels, los panes típicos de su tierra. Pero además de los dulces, el Papa emérito disfrutó unos minutos en la puerta de su casa de la música, los bailes y los trajes típicos de su tierra.
Y como buena fiesta alemana, no podía faltar el brindis con la cerveza.
Benedicto dijo que el mejor regalo fue poder pasar el día junto a su hermano Georg, de 93 años, que vino desde Regensburg para estar con él.