Las víctimas eran Yaron, de 30 años, y Sarah, de 26. Ambos trabajaban para la embajada israelí en Washington D.C. y salían de un acto organizado por el Comité Judío Estadounidense cuando se produjo el atentado.
Uno de los primeros líderes en pronunciarse fue el presidente de Estados Unidos. Trump afirmó en sus redes sociales que "el odio y el radicalismo no tienen cabida en Estados Unidos".
Al día siguiente, el arzobispo de Washington, el cardenal McElroy, expresó su conmoción por la noticia.