León XIV se presentó así ante el mundo, usando los atuendos tradicionales: muceta roja, estola papal y cruz dorada.
Una imagen que recordó a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y que se diferencia de Francisco, quien salió solo de blanco pontificio y usó su cruz pectoral de siempre.
Y de los gestos a las palabras. La primera impresión que dio el papa fue de un hombre sereno, quizá un poco introvertido, metódico y que piensa bien antes de hablar; una pista del talante que podría tener León XIV a la hora de tomar decisiones.
Prueba de ello es que llevaba su primer saludo preparado por escrito. Cada frase parecía estar medida y tener una dirección clara. Solo la primera podría ser un avance de una de las líneas de su pontificado.
Repitió ni más ni menos que diez veces la palabra "paz", y en distintos contextos.