El Papa recordó a los sacerdotes que a pesar de sus múltiples ocupaciones no deben dejar que su corazón se aparte de Dios.
Les recomendó trabajar en varios frentes que resumió en tres palabras: buscar, incluir y alegrarse.
El buen sacerdote, continuó explicando el Papa, no excluye a nadie y no teme ensuciarse las manos si con eso consigue que ninguna oveja de su rebaño se pierda.
Por último el Papa explicó el tercer aspecto que debe guiar la vida de un sacerdote: la alegría. Dijo que es una alegría que nace del saber que nada es más fuerte que el amor de Dios que lo sostiene y que él mismo se encarga de transmitir a otros gratuitamente.