Tres mil personas esperaban a Francisco en el día de su regreso a casa.
Francisco apareció débil pero no le faltaron ganas de bromear.
"Gracias a todos. Y veo a esta señora con las flores amarillas. Es buena."
No tuvo fuerzas para más. Pero a pesar de su estado no quiso regresar a casa sin antes detenerse ante la basílica de Santa María la Mayor, donde está la patrona de Roma de la que el pontífice están devoto. No salió del coche, pero dejó unas flores al arcipreste coadjuntor, el cardenal Makrickas.