Carlo Acutis jugaba a la Playstation, le gustaba la nutella y salir con sus amigos. Hablaba de Dios con la misma naturalidad con la que vestía vaqueros y deportivas. Y era un prodigio para la informática. Un talento que usó para acercar la Eucaristía a todo el mundo a través de internet. Un joven de su tiempo, que había nacido a inicios de los 90 en una familia acomodada de Italia. Y, sin embargo, no pasaba indiferente ante la pobreza: compartía lo que tenía, incluso su propio dinero, con las personas sin hogar que encontraba en su camino.