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Homilía del Papa en casa Santa Marta: viernes 10 de febrero de 2017

HOMILÍA DEL PAPA - Viernes 10 de febrero de 2017
(Radio Vaticana)

Las tentaciones llevan a escondernos del Señor, permaneciendo con nuestra culpa, con nuestro pecado, con nuestra corrupción.

((Partiendo de la primera lectura del día, tomada del Libro del Génesis, el Papa se detuvo sobre la tentación de Adán y Eva, y después sobre la de Jesús en el desierto)).

El diablo se hace ver en forma de serpiente. Es atrayente y con su astucia trata de engañar, es un especialista en esto, es el padre de la mentira, es un mentiroso. Sabe cómo engañar y cómo estafar a la gente. Lo hace con Eva: la hace sentir bien y así comienza el diálogo y paso tras paso, Satanás la conduce hacia donde él quiere.

En cambio con Jesús es diferente, para el diablo termina mal. Trata de dialogar con Cristo, porque cuando el diablo enreda a una persona lo hace con el diálogo, trata de engañarlo, pero Jesús no cede. Y el diablo se revela por lo que es, pero Jesús da una respuesta que no es suya, es la Palabra de Dios, porque con el diablo no se puede dialogar, de lo contrario se termina como Adán y Eva, desnudos.

El diablo es un mal pagador, ¡no paga bien! ¡Es un estafador! Te promete todo y de deja desnudo. También Jesús terminó desnudo, pero en la cruz, por obediencia al Padre. Otro camino... La serpiente, el diablo es astuto: no se puede dialogar con el diablo. Todos nosotros sabemos lo que son las tentaciones, todos lo sabemos, porque todos las tenemos. Tantas tentaciones de vanidad, de soberbia, de avidez, de avaricia… Tantas.

Hoy se habla tanto de corrupción. Y también por esto se debe pedir ayuda al Señor. Tantos corruptos, tantos peces gordos corruptos que hay en el mundo de los cuales conocemos la vida por los periódicos: quizás hayan comenzado con una pequeña cosa, no sé, para no ajustar bien la balanza y aquello que era un kilo: no, hagamos 900 gramos pero que parezca un kilo. La corrupción comienza con poco, como esto, con el diálogo: ‘Si no, ¡no es verdad que te hará daño este fruto! ¡Cómelo, es bueno! Es poca cosa, nadie se da cuenta. ¡Hazlo, hazlo!’. Y poco a poco, poco a poco, se cae en el pecado, se cae en la corrupción.

La Iglesia nos enseña a no ser ingenuos, por no decir tontos. De modo que hay que tener los ojos abiertos, y debemos pedir ayuda al Señor porque solos no podemos. Adán y Eva se esconden del Señor: en cambio, se necesita la gracia de Jesús para volver y pedir perdón.

En la tentación no se dialoga, se reza: ‘Ayúdame, Señor, soy débil. No quiero esconderme de ti’. Esto es valor, esto es vencer. Cuando tú comienzas a dialogar terminarás vencido, derrotado. Que el Señor nos dé la gracia y nos acompañe en este coraje. Y si somos engañados por nuestra debilidad en la tentación, que nos dé el coraje de levantarnos y de ir adelante. Para esto ha venido Jesús, para esto.


JMB

 

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