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Homilía del Papa en casa Santa Marta: martes 27 de septiembre 2016

Martes 27 de septiembre

HOMILÍA DEL PAPA EN ESPAÑOL
(Fuente: Radio Vaticano)

Job vive una gran "desolación espiritual” y de desahogo ante Dios. Es el desahogo de un "hijo ante el padre”. Así se comporta también el profeta Jeremías quien se desahoga con el Señor. Pero ambos jamás blasfeman:
"La desolación espiritual es algo que nos sucede a todos nosotros: puede ser más fuerte, más débil… Pero aquel estado oscuro del alma, sin esperanza, difidente, sin ganas de vivir, sin ver el fin del túnel, con tanta agitación en el corazón y también en las ideas… La desolación espiritual nos hace sentir como si tuviéramos el alma aplastada: no logra, no logra, y tampoco quiere vivir: ‘¡Es mejor la muerte!’. Es el desahogo de Job. Mejor morir que vivir así. Nosotros debemos comprender cuando nuestro espíritu se encuentra en este estado de tristeza extendida, que casi no hay respiración: a todos nosotros nos sucede esto. Fuerte o no fuerte… A todos nosotros. Entender qué sucede en nuestro corazón”.

"Es la oración de llamar a la puerta, ¡pero con fuerza! ‘Señor, estoy lleno de desventuras. Mi vida está al borde del infierno. Estoy entre aquellos que descienden a la fosa, soy como un hombre ya sin fuerzas’. Cuántas veces nos sentimos así, sin fuerzas… Y ésta es la oración. El mismo Señor nos enseña a rezar en estos momentos feos. ‘Señor, me has echado en lo profundo de la fosa. Pesa sobre mí tu furor. Que mi oración llegue hasta ti’. Ésta es la oración: así debemos rezar en los momentos más feos, más oscuros, de mayor desolación, más aplastados, que precisamente nos aplastan. Esto es rezar con autenticidad. Y también desahogarse como se desahogó Job con sus hijos. Como un hijo”.

"Primero: reconocer en nosotros los momentos de la desolación espiritual, cuando estamos en la oscuridad, sin esperanza, y preguntarnos por qué. Segundo: rezar al Señor como nos enseña hoy la liturgia con este Salmo 87 en el momento de la oscuridad. ‘Que mi oración llegue a ti, Señor’. Y tercero: cuando yo me acerco a una persona que sufre, tanto por enfermedad como por cualquier tipo de sufrimiento, pero que es propio de la desolación, silencio; pero silencio con tanto amor, cercanía, caricias. Y no hacer razonamientos que al final no ayudan, sino que incluso le hacen mal”.

"Oremos al Señor – concluyó el papa Francisco – para que nos dé estas tres gracias: la gracia de reconocer la desolación espiritual, la gracia de rezar cuando nosotros nos encontremos sometidos a este estado de desolación espiritual, y también la gracia de saber acompañar a las personas que sufren momentos feos de tristeza y de desolación espiritual”.

(Radio Vaticano)

 

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