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-Homilía del Papa en casa Santa Marta: Viernes 10 de mayo de 2019

En su homilía de la Misa matutina el papa Francisco se inspiró en la lectura del día que relata la conversión de Pablo en el camino de Damasco para comprender el valor de la docilidad y de la apertura de nuestros corazones a la voz de Dios. Así fue para él que, de perseguir a los cristianos, se convirtió en el Apóstol de los gentiles: testarudo, pero no en su alma

La conversión y Pablo de Tarso en el camino de Damasco, llamado por la voz del Señor, es un “cambio de página en la historia de la Salvación”, “marca la apertura a los paganos, a los gentiles, y a los que no eran israelitas”. En una palabra es “la puerta abierta a la universalidad de la Iglesia” y está permitida por el Señor porque es “algo importante”. Así es como el Papa Francisco, esta mañana en su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, presentó a los fieles el conocido pasaje de los Hechos de los Apóstoles que surge de la elección de Jesús de cambiar la vida de un hombre que hasta entonces había sido un perseguidor de los cristianos.

El Papa centró su reflexión en la figura del Apóstol de los gentiles que, ciego, permaneció en Damasco durante tres días sin comida ni agua, hasta que Ananías, enviado por el Señor, fue a devolverle la vista, dándole la posibilidad así de iniciar el camino de la conversión y de la predicación “lleno del Espíritu Santo”. Además, Francisco destacó dos rasgos de su modo de ser, dirigiéndose en particular a un grupo de religiosas del Cottolengo que asistieron a esta Misa con ocasión del cincuentenario de su vida religiosa y a algunos sacerdotes eritreos que desarrollan su servicio en Italia.

Coherencia y celo
Pablo era “un hombre fuerte” y “enamorado de la pureza de la ley de Dios”, pero era “honesto” y aunque de mal humor era “coherente”:

En primer lugar, era coherente porque era un hombre abierto a Dios. Si perseguía a los cristianos era porque estaba convencido de que Dios lo quería. ¿Pero por qué? Y por qué, nada: estaba convencido de ello. Era el celo que tenía por la pureza de la casa de Dios, por la gloria de Dios. Un corazón abierto a la voz del Señor. Y se arriesgaba, se arriesgaba, y seguía adelante. Y otra característica de su temperamento es que era un hombre dócil, que tenía docilidad y que no era testarudo.

Docilidad y apertura a la voz de Dios
Su temperamento era obstinado – explicó el Papa – pero no su alma. Pablo estaba “abierto a las sugerencias de Dios”. Con el “fuego dentro” encarcelaba y mataba a los cristianos, pero “una vez que escuchó la voz del Señor, se hizo como un niño y se dejó llevar”:

Todas esas convicciones que tenía se quedan en silencio, esperando la voz del Señor: “¿Qué debo hacer, Señor? Y él va, y va al encuentro en Damasco, al encuentro de ese otro hombre dócil y se deja catequizar como un niño, se deja bautizar como un niño. Y luego recupera sus fuerzas y ¿qué hace? Se queda callado. Va a Arabia a rezar, cuánto tiempo no sabemos, quizá años, no sabemos. La docilidad. Apertura a la voz de Dios y docilidad. Es un ejemplo para nuestra vida y a mí me gusta hablar de esto hoy ante estas religiosas que celebran el 50º aniversario de vida religiosa. Gracias por escuchar la voz de Dios y gracias por su docilidad.

La “docilidad de las mujeres del Cottolengo” llevó con el recuerdo a Francisco a su primera visita, en los años 70, a una de las estructuras que, en el espíritu de San José Benedicto Cottolengo, acogen en el mundo a los discapacitados mentales y físicos. Y relató de su pasar de sala en sala guiado precisamente por una religiosa, como las que hoy lo escucharon en Santa Marta, que pasan su vida “allí, entre los descartados”. Sin su perseverancia y docilidad – fue la reflexión del Pontífice – no podrían hacer lo que hacen, ni podrían haber hecho lo que han hecho.

El carisma cristiano
Perseverar. Y ésta es una señal de la Iglesia. Quisiera agradecer hoy en ustedes a tantos hombres y mujeres valientes que arriesgan su vida, que van adelante, también a quienes buscan nuevos caminos en la vida de la Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos! “Pero, Padre, ¿no es eso un pecado? ¡No, no es pecado! Busquemos nuevos caminos, ¡esto nos hará bien a todos! Siempre y cuando sean los caminos del Señor. Pero ir adelante: adelante en la profundidad de la oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón abierto a la voz de Dios. Y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia, con personas que saben luchar en lo pequeño y en lo grande.

El cristiano – fue la conclusión de Francisco – debe tener “este carisma de lo pequeño y de lo grande” y la oración dirigida a San Pablo al final de su homilía fue, precisamente, la petición de “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y del corazón abierto al Señor”; la gracia de que no tengamos miedo de hacer grandes cosas, de seguir adelante, siempre que tengamos la delicadeza de cuidar las pequeñas cosas”.

 

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