TEMAS
- 10. Meditación sobre el pecado. (Ejercicios espirituales de San Ignacio)

Ya entramos de lleno en los Ejercicios Espirituales, con lo que Ignacio llama Primera Semana. Es la meditación sobre el pecado, primero el pecado en otros y luego mis pecados. Eso es muy pedagógico: ver lo que pasa en otros para luego verme a mí mismo-a. Ignacio pone tres pecados para meditarlos en profundidad: el pecado de los ángeles, de Adán y Eva y de un particular, ser humano como yo. Yo voy a aplicar lo que dice San Ignacio a los tiempos que vivimos, pues el pecado se va concretizando según las épocas. Los ángeles. De ese pecado habla Segunda Pedro, 2, 2,4. Dice: "Si Dios no perdonó a los ángeles pecadores, antes bien los sepultó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, reservando-los para el juicio....El pecado de los ángeles fue uno de soberbia, quisieron ser como Dios. No aceptaron la encarnación del Hijo de Dios, que se hizo humano. Perdieron la gracia. El principal de ellos fue Satanás. El segundo fue el de Adán y Eva. Dios los puso en el paraíso, les dio poder sobre toda la creación, pero les prohibió comer del árbol del bien y el mal. Eva comió y le dio a su marido. Ese fue el primer pecado que llamamos pecado original. Hay que tener en cuenta que esta narración del Génesis está escrita en un leguaje mítico, no podemos tomarlo a la letra. El mensaje es verdadero: el hombre, la mujer pecaron. Siempre pecaron, antes de Adán y Eva si es que existieron. El pecado de los primeros padres fue de soberbia, como el de los ángeles: quisieron ser como Dios. La serpiente le dijo a Eva que Dios no decía la verdad. Si comían serían como él, distinguiendo el bien del mal. La soberbia, ese es el gran pecado de nuestros tiempos. Lo podemos llamar también pecado original pues es el origen de todos los pecados que se cometen. ¿Cuál es ese pecado? Es el pecado de la idolatría del dinero. En la Biblia el pecado de idolatría consiste en adorar a otra cosa que no sea Dios. Se adoraban los ídolos como si fuesen dioses. Hoy es el ídolo del dinero. El pecado de Adán fue querer ser como Dios, hoy también pero de otra manera. Querer ser como Dios es bueno, eso fue lo que Cristo nos enseñó: ser bondadosos, compasivos, como Dios. Hoy el pecado consiste en prescindir de Dios. Dios no quiere decir nada en este mundo, se le echa a un lado. El sistema donde se concentra el poder del dinero es el Capitalismo. Es un sistema que dice y nos enseña que siempre debemos aspirar a tener más y más: la mayor ganancia, es un sistema que quiere acabar con el que menos tiene ( la competencia), es un sistema que dice que no le tiene que dar cuentas a nadie de sus operaciones. De alguna manera todos tenemos una mente capitalista. ¿Quién no tiene el deseo de ser rico? El sistema capitalista se sostiene con el dichoso mercado: producir más, para vender más, para ganar más. Y ahí viene la propaganda capitalista: crear nuevas necesidades para que nos vemos empujados a comprar aun aquello que no necesitamos. Todos los Papas han condenado el Sistema Capitalista. Pablo VI, en su encíclica Populorum Progressio decía que el sistema capitalista es un sistema inicuo, que quiere decir malo, perverso, diabólico. Es un sistema que mata, que siembra el orgullo, la avaricia, la soberbia (yo valgo más que tú porque tengo más). El Papa Francisco ha hablado mucho de este sistema. Yo creo que al Papa lo van a matar, no un delincuente, ni un mafioso sino Wall Street, que es la calle en N. Y. de la mafia empresarial. El tercer pecado es el de uno que cometió y pecado, no se arrepintió y fue condenado. Cuanto merecería yo por mis muchos pecados. Cuando hablamos de pecado no hablamos de mentiras (mentiras piadosas, dice la gente), no de malas palabras, ni de malos pensamientos). Son cosas más importantes: mi relación con los demás, donde yo demuestro mi relación con Dios. Para esta meditación te recomiendo meditar despacio el Salmo 51(50): Ten piedad de mí oh Dios, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Hasta el próximo video.

San Ignacio recomienda que al final de esta meditación hagamos un coloquio (una conversación con Cristo). Dice así: "Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, considerando cómo de creador ha venido a hacerse hombre, y de vida eternal a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo, considerando lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; y al fin, viéndole de esa manera y colgado así en la cruz, dejar correr el afecto, expresando lo que se me ocurre"

 

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