Tras la muerte de un estibador de los muelles de Nueva York por oponerse a la màfia que los controla, un sacerdote tras darle su bendición recuerda a todos con riesgo de su vida, que Cristo murió crucificado no sólo en el Calvario, sino en cada uno que sufre injusticia. Que la Iglesia no está sólo en el templo sino en todos los lugares, más en los que parecen abandonados de todos y que con la ayuda de Dios y sin violencia es posible revertir cualquier situación de opresión: basta alzarse contra ella aun con riesgo de la propia vida.