Marco Antonio dejó de practicar la fe al entrar en el instituto. Rodeado de las filosofías de Heidegger y Nietzsche, dejó de lado a Jesucristo; ya sólo se centraba en sí mismo, en la idea del superhombre y en sus propias fuerzas. Al encontrarse gravemente enfermo y sin un diagnóstico claro, empezó a buscar respuestas a todas sus preguntas: las encontrará finalmente en el Evangelio.