La Reina del Cielo es también nuestra Madre. A Ella han acudido, una tras otra en el devenir de los siglos, generaciones de cristianos. A esta Soberana dirigimos nuestras súplicas, seguros de no ser defraudados.
INVOCACIÓN A MARÍA:
¡Oh, Soberana, socórrenos!
Compadécete de nosotros que estamos a punto de perecer a causa de la multitud de nuestros pecados.
No decepciones a tus siervos, porque Tú eres nuestra única esperanza.