D. David Calahorra nos habla del don del celibato, que el Señor concede a aquellos que llama a seguirlo como sacerdotes. En la entrega total a Cristo, uno descubre que no está solo. El sacerdote está llamado a vivir dando testimonio de la vida eterna. Tiene que engendrar, a través de la entrega y del amor dado a Dios y a la Iglesia, almas para el cielo. El celibato es para la vida del mundo.