Texto:
Algunos dicen: "Ah, yo me confieso con Dios". Mas es fácil, es como confesarse por mail ¿no? Dios está ahí, lejos, yo digo las cosas y no hay un cara a cara, no hay un a solas. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos, cara a cara.
Otros "no, yo voy a confesarme" pero se confiesan de cosas tanto etéreas, así en el aire, que no tienen nada de concreto. Y eso es como no hacerlo.
Confesar nuestros pecados no es ir a una sesión de siquiatría, tampoco ir a una sala de torturas: es decir al Señor "Señor, yo soy pecador", pero, decirlo a través del hermano para que este decir sea también algo concreto, Y soy pecador por eso, por eso y por eso.
Ésta es la confesión que Pablo hace hoy por su lucha interior. Me encanta cuando se confiesan los niños. Hoy, hemos leído en el Aleluya...... Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra porque a los pequeños has revelado los misterios del Reino
Los niños tienen esta sabiduría; cuando un niño viene a confesarse, nunca dice una cosa en general, más bien...... padre, he hecho eso y he hecho a mi tía, a otro he dicho una palabrota ...¡y dicen la palabrota! Pero, son concretos ¿no? Tienen aquella sencillez de la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa bella: cuando nosotros confesamos nuestros pecados, así como son, a la presencia de Dios, siempre sentimos aquella gracia de la vergüenza.
Avergonzarse delante de Dios es una gracia...... una gracias, no me avergüenzo.
Pensemos en Pedro, tras el milagro de Jesús en el lago...... "pero, Señor, aléjate de mi porque yo soy pecador" se avergonzaba de su pecado delante de la santidad de Jesús Cristo