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- Testigos de la esperanza: Inmaculada Vidal y Juan Bautista Hernández

«Señor, ayúdame. Yo no quiero matar a mi hija». Inmaculada y Juan esperaban su tercer hijo cuando, en la revisión de las doce semanas, reciben una trágica noticia: María, la niña que esperan, tiene anencefalia, una malformación congénita incompatible con la vida. Ante una situación así, los médicos aconsejan el aborto. Pero, Inmaculada y Juan, pusieron toda su confianza en Dios, pidiendo al Señor que la niña naciera viva para poder bautizarla. Y como Dios no se deja ganar en generosidad, María nació viva, pudo ser bautizada y, en el último amén del Rosario, como si Nuestra Madre la tomara en sus brazos, María se fue al Cielo.

 

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