La vida de Juana de Arco, profeta de Cristo, culmina con su muerte martirial, a imagen de Cristo. La Iglesia no ha reconocido oficialmente su martirio, pero ella pasó por la muerte como una mártir. Fue virgen y conservó su virginidad de modo heroico. También fue reina, como lo demuestra Sor Marie de la Sagesse Sequeiros, basándose en el hecho de la triple donación.