Al llegar al final de su vida, y en la misma hoguera, Santa Juana no reniega de sus voces ni de la misión recibida, a la que se mantiene fiel hasta el final. Ante sus jueces, y ante la misma muerte, se mantuvo como una niña con corazón de hierro, confiando en el Señor hasta el final. Desde la hoguera, su última palabra es el nombre de Jesús, nombre que llevó toda su vida en el corazón.