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- Consistorio Público Ordinario, 5 de octubre, 2019 (completo) 13 nuevos Cardenales

La tarde del día 5 de octubre, el Papa Francisco ha presidido el consistorio donde han sido creados trece nuevos cardenales de la Iglesia Católica. Los cardenales provienen de diferentes países: dos nacidos en España, dos en Italia, uno en Portugal, uno en Indonesia, uno en Cuba, uno en la República Democrática del Congo, uno en Luxemburgo, uno en Guatemala, uno en la República Checa, uno en Gran Bretaña y uno en Lituania. Igualmente, su misión es llevada a cabo en diferentes continentes: uno en Asia, dos en América Latina, tres en África, tres en Europa; otros tres se encuentran al servicio de la Curia Romana y otro lo estuvo anteriormente.

Efectivamente, entre todos ellos se encuentran dos españoles, Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y Mons. Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, así como un cubano, Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de La Habana y un guatemalteco, Mons. Álvaro L. Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenamgo.

El Papa Francisco dirigiéndose a todos los fieles, y principalmente a los cardenales, centró su homilía en la compasión como actitud fundamental en la vida de Jesús. “La compasión del Señor no es una actitud ocasional y esporádica, sino constante, es más, parece ser la actitud de su corazón, en el que se encarnó la misericordia de Dios”.

Redentor en la compasión
Recordando el texto del evangelio de Marcos 1, 40-42, con el leproso que le suplica de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. En este gesto, afirma el Papa “y en estas palabras está la misión de Jesús Redentor del hombre: Redentor en la compasión. Él encarna la voluntad de Dios de purificar al ser humano enfermo de la lepra del pecado; Él es la “mano extendida de Dios” que toca nuestra carne enferma y realiza esta obra llenando el abismo de la separación”.

Jesús busca a las personas descartadas
El Papa subraya esta actitud constante de Jesús: “va a buscar a las personas descartadas, las que ya no tienen esperanza. Como ese hombre paralítico que, durante treinta y ocho años, postrado cerca de la piscina de Betesda, esperando en vano que alguien lo ayude a bajar al agua (cf. Jn 5,1-9)”.

Para el Papa, la compasión es un elemento que “siempre ha estado en Dios, impresa en su corazón de Padre. Lo vemos en la historia de la vocación de Moisés, cuando Dios le habla desde la zarza ardiente y le dice: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas [...]; conozco sus sufrimientos» (Ex 3,7)”.

La compasión y los ministros de la Iglesia
Francisco insiste en que Dios está lleno de compasión. Sin embargo, constata que “lo humano está muy desprovisto de ella, y le resulta lejana. Dios mismo lo dice: «¿Cómo podría abandonarte, Efraín, entregarte, Israel? […] Mi corazón está perturbado, se conmueven mis entrañas. […] Porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar por la ira» (Os 11,8-9)”. Esta falta de compasión también está presente en los discípulos de Jesús.

Por eso, el Papa recuerda que “el papel que ocupamos no es suficiente para hacernos compasivos, como lo demuestra el comportamiento del sacerdote y el levita que, al ver a un hombre moribundo al costado del camino”, muestran actitudes de no compasión.

Luego, el Papa preguntó a todos los fieles, pero principalmente a los Cardenales: ¿Está viva en vosotros esta conciencia, de haber sido y de estar siempre precedidos y acompañados por su misericordia? (…) ¿Tenemos viva en nosotros la conciencia de esta compasión de Dios hacia nosotros? (…) ¿Tengo compasión de ese hermano, de ese obispo, de ese sacerdote? ¿O destruyo siempre con mi actitud de condena, de indiferencia?

Para el Papa, “La capacidad de ser leal en el propio ministerio depende también de esta conciencia viva”. E insiste: “Muchos comportamientos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta de este sentido de la compasión recibida, y de la costumbre de mirar a otra parte, la costumbre de la indiferencia”.

Finalizó la homilía invitando a los fieles a pedir “la gracia de un corazón compasivo, para que seamos testigos de Aquel que nos miró con misericordia, nos eligió, nos consagró y nos envió a llevar a todos su Evangelio de salvación”.

 

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