Teo quiere ayudar a unos amigos del cole que quieren ir de campamento, pero no tienen dinero suficiente. Ha encontrado un violín por casa y ha pensado que, si el Padre Rafael le ayuda, pueden tocar canciones en la plaza y la gente les echará dinero. Después de un par de pruebas, el Padre Rafael cree que él no tiene el don para tocar. Además, él no puede dedicarse a acompañarle por las plazas y banquetes porque es sacerdote. Lo que sí es necesario es saber tocar bien con nuestra vida, es decir, hacer una sinfonía para Dios con nuestra vida.