La grandeza de Roma hace que en ocasiones algunos lugares pasen desapercibidos a ojos del turista inexperto. Sin embargo, callejeando por entre algunos lugares menos transitados uno puede descubrir grandes obras de arte o iglesias que esconden valiosísimas reliquias. Este es el caso de la basílica de Santa Croce in Gerusalemme.
En ella se custodian dos de las espinas de la corona que llevó Cristo durante la pasión, uno de los clavos, parte de la Cruz y la inscripción escrita en varias lenguas que colgaron sobre ella.