La Iglesia católica indica que la misión de las revelaciones privadas no es otra Revelación de Cristo, sino una ayuda para vivir la fe más plenamente en cada momento de la historia. Una revelación privada contribuye a fortalecer la fe en determinadas circunstancias, pero no es dogma de fe.
En definitiva, aunque las experiencias místicas aprobadas y las apariciones marianas tienen un lugar especial en la Iglesia, el católico no está obligado a aceptarlas. Sirven para acercar a las personas a lo que Dios ya compartió en la Biblia y a lo que entregó a los católicos con los Sacramentos.