El Papa presidió esta ceremonia penitencial de Cuaresma que se enmarca dentro de la iniciativa “24 horas para el Señor”, un día especial en la que la Iglesia quiere fomentar el sacramento de la confesión y también la adoración eucarística. Por eso, en cada diócesis durante toda esta jornada permaneció una parroquia abierta.
En la basílica de San Pedro también hubo varios sacerdotes disponibles para que cualquier persona pudiera confesarse.
Francisco pronunció una esperanzadora homilía en la que recordó que, aunque el pecado aleje de Dios, Dios jamás se aleja del pecador.