Durante la misa del Corpus Christi en la catedral de Roma, en la basílica de San Juan de Letrán, el papa Francisco advirtió contra dos peligros que amenazan a la comunidad cristiana: disgregarse y envilecerse.
La Eucaristía, sentenció, previene contra estas dos amenazas. Purifica y une, libera de la corrupción. El alma pecadora experimenta una transformación inmerecida otorgada gratuitamente por Dios.