El documento de trabajo del sínodo constata que la Iglesia necesita usar un nuevo lenguaje que despierte la atención de las familias y que dialogue con la cultura contemporánea.
Los obispos coinciden en que hace falta un lenguaje basado en la misericordia. Y es que ponerse a la altura de los demás y hacerse cargo de sus dificultades es el primer desafío para ayudar mejor a las familias.