En Irak había 2 millones de cristianos y ahora hay apenas 250.000. Son los números de un auténtico éxodo. Hace diez años tampoco era sencillo vivir en el país que evangelizó Santo Tomás en el siglo I, pero los cristianos aún representaban una parte importante de la sociedad iraquí.
Ahora, no tienen fuerzas para quedarse y tampoco quieren tras las brutales agresiones de los terroristas del Estado Islámico. Sin embargo, hay algo que la violencia no ha podido quitarles, la fe.