La Iglesia ni divorcia ni anula matrimonios. Lo que el obispo o el tribunal encargado harán será constatar si en realidad ese matrimonio se produjo o no.
Un matrimonio puede ser nulo sólo por causas muy graves. La reforma para agilizar los procesos de nulidad menciona algunas. Por ejemplo, que uno de los cónyuges haya ocultado hijos nacidos de una relación anterior o elementos que hayan podido eliminar la libertad en la decisión como el miedo al escándalo por un embarazo imprevisto.