En medio del bullicio romano, llama especialmente la atención un puesto de frailes franciscanos.
Cada día a las ocho de la tarde el padre Paolo Fiasconaro se pone manos a la obra. Informa sobre la misión de la orden franciscana y reparte estas tarjetas para que quien quiera pueda escribir al Papa. Otros días, se dedica a una tarea que parece sencilla pero no lo es: escuchar.
Ponen en práctica la petición del Papa: salir a las periferias del mundo para llegar a las personas...