El papa Francisco presidió la celebración de una liturgia penitencial y explicó, en un ambiente de gran sobriedad y recogimiento, que el pecado aísla y ciega a las personas.
También dijo que caer en la tentación conduce al egoísmo y, al final, a cerrar por completo el corazón.
Al terminar su homilía, el Papa predicó con el ejemplo y se confesó. Fue el primero que recibió el sacramento de la reconciliación en esta celebración penitencial y después, él mismo confesó a algunos peregrinos.