El Papa almorzó en la prisión de Poggioreale, en Nápoles, junto a unos 90 presos que le dieron la bienvenida con este caluroso aplauso.
En el comedor, agradeció a los presos que le acompañaran durante la comida y ellos respondieron con otro aplauso y cantos.
El sumo pontífice les dijo que Dios no se olvida de sus hijos y que ni los barrotes de la cárcel podrán separarlos de su amor.