El cristianismo en Asia sigue aumentando y se calcula que en el año 2050 China podría convertirse en el país con mayor número de cristianos.
Eso no significa que sus autoridades quieran contar con el Vaticano. Pekín impone que los católicos chinos no dependan del Vaticano, nombra a sus propios obispos y exige total autonomía.
Algunos obispos chinos nombrados por el Vaticano desaparecen misteriosamente sin dejar rastro o son enviados a campos de trabajos forzados.
El padre Bernardo Cervellera no cree que se vaya a producir ninguna mejora considerable entre China y la Santa Sede en un futuro próximo. Cree que será un proceso que durará por lo menos diez años.