Este jueves al atardecer, el Papa se presentó como un cliente más en una óptica del centro de Roma. Su línea de sobriedad fue reiterada: “No quiero anteojos nuevos, dijo, sino que le cambien los lentes” y añadió: “Quiero pagar lo debido”.
Llegó abordo de un Ford focus azul con placa de la Ciudad del Vaticano y se detuvo unos cuarenta minutos, acompañado por su colaborador, Mons. Guillermo Karcher. Entorno a la tienda se reunió enseguida una multitud atónita, que le retrataba sacando fotos con sus móviles.