EXTRACTOS DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente, Radio Vaticana)
"Pero pensamos nosotros en cuántas familias conocemos que han peleado, pelean, no se saludan, se odian por una herencia. Y éste es uno de los casos. El amor de la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres no es más importante, no, es el dinero. Y esto destruye. También las guerras, las guerras que hoy vemos. Sí, hay un ideal, pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de aquellos que se aprovechan de la guerra. Y ésta es una familia, pero todos – estoy seguro – todos conocemos al menos a una familia dividida por este motivo. Y Jesús es claro: ‘Presten atención y estén lejos de toda codicia: es peligroso’. La codicia. Porque nos da esta seguridad que no es verdadera y te lleva sí a rezar – tú puedes rezar, ir a la Iglesia – pero también a tener el corazón apegado, y, al final, termina mal”.
"… Y en lugar de pensar: ‘Compartiré esto con mis obreros, con mis empleados, para que también ellos tengan un poco más para sus familias’, razonaba para sí: ‘¿Qué haré, puesto que no tengo dónde poner mi cosecha? Ah, haré así: demoleré mis depósitos y construiré otros más grandes’. Cada vez más. La sed del apego a las riquezas no termina jamás. Si tú tienes el corazón apegado a la riqueza – cuando tienes tantas – quieres más. Y éste es el dios de la persona que se apega a las riquezas”.
"Primera pregunta: ‘¿Doy?’. Segunda: ‘¿Cuánto doy?’. Tercera pregunta: ‘¿Cómo doy? ¿Cómo da Jesús, con la caricia del amor o como quien paga un impuesto? ¿Cómo doy?’. ‘Pero padre, ¿qué quiere decir usted con esto?’. Cuando tú ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en aquel momento eres como el Padre que no permite que le falte el alimento a los pajaritos del Cielo. Con cuánto amor da el Padre. Pidamos al Señor la gracia de estar libres de esta idolatría, el apego a las riquezas; la gracia de mirarlo a Él, tan rico en su amor y tan rico en su generosidad, en su misericordia; y la gracia de ayudar a los demás con el ejercicio de la limosna, pero como lo hace Él. ‘Pero, padre, Él no se ha privado de nada…’. Jesucristo, siendo igual a Dios, se privó de esto, se abajó, se aniquiló, y también Él se ha privado”.