Seguimos con las contemplaciones de la Segunda Semana. Jesús hizo muchos milagros que eran la prueba de que el Reino de los Cielos ya había llegado. Hoy les quiero hablar de dos curaciones de mujeres que son preciosas. Cuenta San Lucas en el cap. 8,40-56 que el jefe de la sinagoga, Jairo, se acercó a Jesús para pedirle que fuera a su casa a curar a su hijita que se estaba muriendo. Se puso en camino y en ese momento la hemorroisa, una mujer que padecía flujos de sangre se acercó a él. No podía tocarlo pues si lo hacía quedaba impuro, según se pensaba. Pero ella sabía que si al menos tocaba su vestido se curaría. Y así lo hizo. Jesús sintió que salía de él una fuera y preguntó quién lo había tocado. Los apóstoles le dijeron que todo el mundo lo tocaba. La mujer al verse descubierta se acercó temblorosa, se postró a sus pies y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: vete en paz, tu fe te ha sanado. De ver el poder tan grande que tiene la fe.

Sigue caminando y vienen de casa de Jairo a decirle que no moleste al maestro pues la niña había muerto. Jairo se puso a llorar, pero Jesús le dijo: no llores, basta que tengas fe. Al llegar oyó el alboroto, los lamentos y los llantos y dijo: ¿por qué tanto albo-roto? La niña no está muerta, solo duerme. Se reían de él. Entró a la habitación de la niña con sus padres y tres de sus discípulos. Le dijo a la niña: talita cum, a ti te lo dijo niña,
levántate. Y pidió que le dieran de comer a la niña. Tenía doce años y la mujer que fue curada llevaba doce años con su enfermedad. Será hasta el próximo video.