El Padre Eduardo Drabble tiene 37 años.
Trabajó desde su ordenación sacerdotal en la villa 31 de Buenos Aires, aunque actualmente el ya no vive allí, desde 2015 porque su obispo le pidió estar en el Santuario de san Cayetano de Liniers donde sigue su labor pastoral atendiendo las necesidades de los peregrinos y de la gente del barrio (que sigue siendo un barrio pobre y obrero aunque no como la villa).
En la villa 31 de Buenos Aires convirtió la Parroquia Cristo Obrero en su casa. A metros de allí, descansan los restos de Carlos Mugica, quién construyó esa Iglesia a finales de 1970. Mugica es un referente para toda la Iglesia y la población de la villa, pero también lo son Drabble y sus otros dos compañeros, los padres Guillermo Torre y Martin Canozza.
El religioso es testigo de las marginaciones, la violencia y la droga que hay en el barrio, pero también de la unión familiar, el amor entre los vecinos, la solidaridad entre ellos y la alegría de los humildes. Él no solo vive en la villa, sino que conoce y ayuda a cada uno de sus habitantes. Gracias a Eduardo Drabble, desde hace tres años que funciona en la zona el Centro Barrial Carlos Mugica, que cuenta con un centro ambulatorio para chicos en recuperación de adicciones, una casa para abuelos en situación de calle, un lugar para hacer deportes, y otras labores sociales. El sacerdote logró reunir un grupo de voluntarios que incluye psicólogos, psiquiatras, estudiantes universitarios y gente del lugar. Además, ofrecen apoyo escolar y catequesis.
El “cura villero”, como lo llaman las personas del barrio, antes de ser sacerdote, estudió en un prestigioso colegio del barrio de Recoleta, y luego derecho en la Universidad Austral. Esta es la historia de Eduardo Drabble, quien, como San Francisco de Asís, dejó todo lo que tenía y se puso al servicio de los más pobres con su vocación de sacerdote.